*En uno de los barrios más antiguos de la ciudad de Puebla, la iglesia de Nuestra Señora de la Luz -con una planta de cruz griega- es una de las más representativas de la urbe
Carolina Miranda
Puebla, Pue.- El templo de Nuestra Señora de la Luz se impone como una joya arquitectónica virreinal en uno de los barrios más antiguos de la ciudad de Puebla.
Ubicada en la avenida 2 oriente 1401 de la capital poblana, brilla al compás del sol y ante los ojos de los transeúntes que hacen una parada, ya sea por su belleza o el rojo del semáforo.
Levantada a base de cantera gris, ladrillo rojo y azulejo de Talavera, la convierte en una de las iglesias más representativas de la urbe y es el único templo de la ciudad que posee una planta de cruz griega, en la que la nave, es decir el pasillo del santuario y el transepto tienen el mismo largo y se interceptan a la mitad.
En sus nichos se encuentran San Pedro y San Pablo, quienes según el cristianismo representan el martirio en Roma de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso.
Además de cuatro tableros de Talavera con símbolos que se asocian a la Virgen María, provenientes de la Letanía Lauretana, los cuales son: la fuente, la palma, el pozo y el cedro.
Entre los autos que pasan a sus costados, la obra en rehabilitación de enfrente y las calles empedradas, la iglesia ha visto pasar varias generaciones de familias poblanas que habitaron y habitan la zona.
La mayoría de estas familias son devotas al templo desde 1818, año en el que se terminó de construir. El inmueble fue edificado gracias a Manuel del Toro quien poseía una pintura de Nuestra Señora de la Luz creada en el municipio de Tecamachalco, la cual se encuentra en el Altar Mayor. Es una advocación mariana de la madre de Jesús.
Los adultos mayores que caminan sobre la acera aún se persignan al verla. En México, es una costumbre cristiana realizar la señal de la cruz en cada iglesia por la que se atraviesa para mostrar respeto y manifestar la fe.
Esta devoción se hace presente al ingresar al templo, pues los altares neoclásicos y las pinturas sobre la vida de la Virgen María hacen olvidar el bullicio que provoca el tránsito.
También está presente el arte dedicado al misionero San Francisco Javier o también llamado el “Apóstol de las Indias”, un nombre que probablemente le viene como anillo al dedo, pues el barrio de la Luz fue conocido como el “barrio de indios de Analco” o Tepetlapa, que en la lengua madre significa “tierra firme”, puesto que había grandes cantidades de barro en la zona.
El lugar es famoso por ser la cuna de los vidrieros y alfareros, quienes con sus manos crearon un oficio que distingue a Puebla y que lamentablemente se está extinguiendo. Pocas madres de familia, cocineros y ávidos por la gastronomía recurren a ellos por las cazuelas y utensilios donde cocían el mole que se servía en las casas poblanas.
Aún así este barrio no se apaga, tiene luz propia y posee un templo único que le ha valido el reconocimiento y la admiración de los poblanos y turistas que visitan la ciudad.